Pablo Palazuelo: una aproximación, Cap.I


Para la gente no habituada al mundo del arte que consigue recordarlo, Pablo Palazuelo (1916-2007) viene a ser un artista asociado a la vanguardia de la escultura abstracta española de segunda mitad del siglo XX, especialmente en la “onda” Chillida. En los años 60 y 70 se hizo popular un estilo de pintura en la que aparecían formas perfectamente delineadas que creaban campos de color planos con resultados extraños y sorprendentes: los cuadros se podía asociar con topografías, fragmentos geológicos, paisajes lunares o sinuosas formas orgánicas a veces incluso cercanas a la psicodelia.

La exposición a estas obras de gran formato provocan una profunda impresión en cualquier tipo de espectador. Tienen un aura misteriosa y llena de silencio. Se produce una resonancia o sintonía muy directa en nuestro interior con lo que se nos muestra, como si los cuadros nos tocaran en algo muy profundo y primario, que nos recuerda a algo vagamente familiar. Algo parecido al proceso que se produce en nuestro interior cuando nos emocionamos mirando el mar o un paisaje natural.

Las geometrías tienen un orden oculto que no se descubre a simple vista, pero que dotan al conjunto de un sentido que nos resulta agradable. Nuestros ojos recorren las trazas tratando de desvelar cuales son esas leyes que producen esas composiciones. ¿Que es eso que está ahí dibujado?


Si alguien tiene interés por adentrarse en Pablo Palazuelo -cosa altamente recomendable-,tendría que empezar por hacer dos cosas: seguir las breves notas que iremos publicando y que serán como herramientas de ayuda para ejercitar la mirada con mas profundidad, para liberarnos de prejuicios que bloquean el avance.

En segundo lugar ir con toda urgencia, estas navidades si es posible, al Museo Reina Sofía de Madrid donde hay un apartado dedicado a este autor y entregarse durante unos minutos a la contemplación silenciosa de los tres grandes cuadros expuestos.

Con un mínimo de interés descubriremos que como todo el arte de verdad -aunque sea abstracto-, es fuente inagotable de sentido y belleza poética que no podemos perdernos.

Camarón, la revolución del flamenco


El pasado 30 de noviembre y con ocasión del próximo 5 de diciembre, 60º aniversario del nacimiento de José Monge Cruz “Camarón de la Isla”, tuvo lugar en la Residencia del Embajador de Francia, la presentación, aunque yo diría mejor un verdadero acto académico, del libro ensayo que sobre Camarón ha escrito el diplomático y profesor amigo Jean Pierre Filiu. La exposición del autor fue perfecta, tanto desde el punto de vista flamenco y literario, como sencilla y entrañable desde el lado humano del genial cantaor cañailla.

Tuvimos la agradable sorpresa de coincidir con  Rafael Román y su esposa Tere, con la paisana Mª Jesús Castro, representantes de nuestro rincón salinero y camaronero, así como con Ricardo Pachón, autor y productor del disco  "La leyenda del tiempo" (1979), la Tati, con quién actuó Camarón en el Cirque d'Hiver en Paris (1987 y 1988) y otros personajes del mundillo flamenco cabal.

El ambiente fue además muy agradable, con el calor de los óleos de Lita Cabellut, gitana ella y por la simpatía y proximidad de los embajadores, muy buenos aficionados al flamenco y a los toros.

El libro lo estoy leyendo lentamente por la lógica dificultad del idioma, pero es muy interesante. Me dice J. Pierre que lo van a editar muy pronto en español.



Quisiera reflejar algunas semblanzas y recuerdos del personaje, que rondaron en mi cabeza mientras Jean Pierre iba desgranando su acertado discurso y que me hicieron retroceder  45 o 50 años. Soy natural de S. Fernando y nací también un 5 de diciembre, pero 6 años antes que Camarón.

Le recordaba cuando con 10 o 12 años, rubio, transparente y con unos ojillos celestes te abordaba por la calle Real y decía “áme un sigarrito” o cuando a las 11,20 h. de la noche, yo regresaba de ver a mi novia desde  Chiclana a San Fernando en el “canario” de las 11, el último del día (autobús de color amarillo) y en el que viajaban también varios chiclaneros, el cantaor Rancapino, el Cojo Farina (cojo pero que bailaba sano, según D. José Mª  Pemán) y Joselito “el de los churros” (que tocaba las palmas y tenía varios dientes de oro) y allí estaba el chaval Camarón en la parada de S. Fernando esperándolos (junto a la taberna de Paco Barón), para luego irse todos juntos calle Real abajo haciendo palmitas, hacia la Venta de Vargas para “buscarse la vía”.


 En esos momentos y  mientras escuchaba a Jean Pierre, también sonaban en mi mente entre otras, cosas como sus  alegrías “barrio de Santamaría”, las “bulerías de la Perla”, los tangos “detrás del tuyo se va”, la soleá apolá “el espejo en que te miras”, la soleáxbulería romance del amargo” o la “nana del caballo grande”…. El Camarón, oído  prodigioso, registro de voz único, quejío inigualable. Aunque hubo y hay  muy buenos cantaores, Camarón, junto con la Niña de los Peines, Caracol, Mairena, la Perla, etc. forma parte del prodigioso mundo del flamenco… “La revolution du flamenco”.


Publicado por Pedro Gutiérrez  Román







 


Tentadero en casa de Victorino

Cuando se ve una corrida de toros, los animales que saltan al ruedo no lo hacen porque sí, como todo en la vida tiene una explicación,  que no es otra que la labor continua del ganadero para conservar y mantener su ganadería, que a mi juicio se consigue haciendo una buena selección.


Esta selección tiene su expresión en el llamado tentadero, labor de campo ceremoniosa que consiste en pocas palabras en probar la bravura de las hijas de la ganadería, es el juicio al que se tienen que enfrentar ante la atenta mirada del ganadero que se erige en juez supremo y dictaminará si el animal tentado pasará a formar parte de la ganadería como madre. En este juicio se demuestra, la casta y la bravura del animal en una pequeña plaza de tientas  ante el picador, el capote y la muleta del torero.


Los hermanos Fernández Vega, Paco Luis y Manolín, y sus respectivos Mariano y un servidor compartimos un día de campo con el número uno, maestro de los maestros, el Yoda de todo esto, Victorino Martín e hijo en su finca de Las tiesas en él término municipal del El Portezuelo, Cáceres.